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ENSAYO

Trabajar en grupo en el exterior

Recuerdo que en el colegio nos hacían mucho énfasis en dos cosas que hoy llamaríamos habilidades blandas: hablar en público y trabajar en grupo.

Considero que, al menos en mi caso, el esfuerzo de los profesores valió la pena, y logré desarrollar muy bien ambas. Creo que no me tengo que esforzar en ninguna de las dos para obtener lo que considero son buenos resultados. Ya son parte de mi naturaleza, no tengo que pensar mucho en ellas, las tengo en piloto automático.

Sin embargo, en las experiencias académicas que he tenido en el exterior (algo en España, un poco en Francia, un poco en Alemania, un poco en China, un poco en Chile y bastante en Bélgica), me he dado cuenta de que, más allá de ser una diferencia entre colegios en Colombia, estas habilidades (o al menos una de ellas, la que es el centro de esta publicación) son tal vez una marca distintiva entre países o regiones del mundo. O entre generaciones, también podría ser.

Me refiero específicamente a trabajar en grupo. Si se piensa rápido, se podría concluir que esto no requiere de ninguna habilidad especial. Se trata sólo de reunirse con otras personas para hacer algún trabajo. Nada más, allí acaba la historia, podría pensar uno.

Sin embargo, hay dos elementos importantes en esta labor que la hacen diferente: el primero, es que se trata de un grupo de personas, generalmente más de dos; el segundo, se trata de algún trabajo de largo aliento, algo que seguramente no se puede terminar en una sola tarde de dedicación.

Estos dos elementos convierten al trabajo en grupo en una actividad que puede llegar a marcar una vida (y es cierto, ya voy a explicar por qué) o puede convertirse en una pesadilla pasajera.

Vamos primero con eso de marcar una vida. El ejemplo que voy a poner es sencillo, directo y de primera mano. Mis papás se conocieron en un trabajo en grupo de la universidad, y acá estoy yo escribiendo esta publicación. Si no hubiera sido por esa actividad académica, a lo mejor yo no existiría.

Pasemos ahora a lo que puede llamarse una pesadilla pasajera. Trabajar en grupo, por el hecho de implicar a varias personas y a una multitud de tareas, se puede considerar como un proyecto. Y acá es donde las cosas se pueden poner difíciles.

Un proyecto implicar distribuir actividades, poner fechas límites, comunicación constante y efectiva, revisión y corrección de resultados, expresar ideas y opiniones, defender posturas y tal vez tratar de convencer a otros de las propias, entre otras actividades.

Y a decir verdad, mis experiencias y las de algunas personas conocidas han sido mejores en Colombia que en el exterior. No puedo concluir que siempre sea así, ni en todas partes, pero sí puedo detectar cierta tendencia en los estudiantes pertenecientes a las universidades o países en los que he estado. Y esa tendencia se acerca al desinterés.

Como dije, no sé si tenga algo que ver la región, la cultura o la edad (mis últimos compañeros ya tienen entre 8 y 10 años menos que yo, así que podrían estar clasificando para la generación siguiente a la mía), pero la relación de ellos con el estudio en general y con los trabajos en grupo en particular es muy diferente a la mía y a la de muchos de quienes fueron mis compañeros en Colombia. Para ellos, en general, la universidad (en cualquier nivel: pregrado, maestría, doctorado, etc.) es algo adicional a la vida, no es la vida misma, y eso está bien, porque tampoco debería ser el centro de la existencia (como prácticamente sucede y ha sucedido en mi caso desde siempre), pero me da la impresión de que ellos ya lo llevan al otro extremo.

Así que, para los trabajos en grupo, apenas si se reúnen un par de veces, todo es a distancia a través de redes sociales, no hay alguien que tome las riendas de manera evidente y organice las labores, sino que van dejando que las cosas sucedan, se acumulen o se atrasen, y al final entre todos meten el acelerador y tratar de terminar como pueden y en lo que alcanzan.

No me gusta mucho ese enfoque. Sin embargo, puede que el equivocado sea yo. A final de cuentas casi todos esos países tienen una mejor calidad de vida que la de Colombia. O quizás ninguno sea el correcto ni el equivocado, simplemente son diferentes. O tal vez se debe a que el estudio es más barato en algunos de esos países, y por tanto a las personas no les importa mucho si les va bien o mal, o si aprenden o no, de todas formas al terminar van a tener muchas oportunidades de trabajo, lo cual es completamente opuesto a la situación en Colombia, donde estudiar en una universidad es costoso, complicado, y no asegura encontrar un buen trabajo al salir de ella.

Sea como sea, seguiré pensando que saber trabajar bien en grupo es una herramienta que siempre será necesaria, simple y sencillamente porque vivimos en sociedad, y eso implica trabar en grupo con nuestra familia, nuestros vecinos o los demás ciudadanos. Es algo inevitable, constante e importante que va delineando y marcando el desarrollo de una ciudad, de un país y de la humanidad.

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